Una vez más nos encontramos con una de las novelas de Nicholas Sparks adaptada al cine. Si no les suena el nombre, él es el autor de The Notebook y Dear John, por mencionar algunas, y por lo que ya sabrán el tipo de romance y drama que podrían esperar de la adaptación de El Viaje más Largo (The Longest Ride), filme que repite la misma fórmula. Los fans saldrán complacidos, pero los demás pudiera ser que prefieran buscar otra opción.
Basada en la novela de 2013 del mismo título, El Viaje más Largo nos lleva hasta Carolina del Norte y nos presenta a Luke Collins (Scott Eastwood), todo un campeón montando toros hasta que le toca montar a Rango (toro que ha tumbado a más de 80 de manera consecutiva) y sufre de un terrible accidente. Ya recuperado un año después, pondrá sus ojos en Sophia (Britt Robertson), una chica a punto de terminar su universidad y quien tendrá que irse a Manhattan a realizar sus prácticas profesionales. Obviamente, Sophia sucumbe ante los encantes de Luke.
En su camino a casa después de la primera cita, se topan con un auto que se salió de la carretera y se estampó con un árbol. Luke rescatá al conductor, el ya viejo Ira Levinson (Alan Alda), mientras que Sophia rescata una caja de Ira que contiene un montón de cartas de Ira dirigidas a su difunta esposa Ruth. Para ayudarlo en su recuperación tras el accidente, Sophia le leerá las cartas a Ira, contando de esa manera la historia de su vida desde que conoció a Ruth.
El Viaje más Largo se convierte en una lección de vida para los dos jóvenes en cuestión – Luke y Sophia – a través de las vivencias de alguien más. Sin embargo, la historia en la que parecen enfocarse más es en la de Ira, su enamoramiento con Ruth, sus alegrías y sus tristezas. La película es una transición entre el pasado de Ira y el presente de Sophia y Luke, no obstante, creo que poco me importó la de estos últimos.
Lo de Sophia y Luke lo hemos visto muchas veces. Ella es la chica linda, enfocada en sus estudios y con la oportunidad de trabajo de su vida. Por otro lado, tenemos a Luke, un ‘granjero’, sin estudios pero con un encanto y carisma irresistible para una chica. Ambos viven en mundos diferentes pero se terminan enamorando. Y como era de esperarse, tendrán que lidiar con los problemas que esto acarrea.
El mayor problema de la película es que durante 90 minutos no nos hacen sentir nada. Estamos viendo todo lo que sucede y lo único que pudieron provocar son algunas risas, no hay emotividad y algunas escenas se sienten demasiado artificial. Es hasta el tercer acto cuando llega a pegar un poco más el sentimiento, cuando empieza a funcionar. El final es lo que vale de todo el filme.
Ahora, una de las cosas que más me intriga es el trasfondo de cada uno de los personajes que por causas del destino terminan juntos. Luke como el aspirante a campeón mundial de montar toros (¿es en serio que eso existe?)Sophia la talentosa estudiante que por alguna razón termina en un pueblo de Carolina del Norte; e Ira, el judío que se enamora de la inmigrante de Austria, Ruth. Además, me quedé con la duda de qué es lo que le pasó a Luke, porque en ciertos momentos hablan de que tiene que dejar de montar toros por su estado, aunque nunca sabes que es lo que le pasa.
Las enseñanzas que deja El Viaje más Largo al final son lo que realmente valen la pena. Nos muestran que hay que alegrarse por lo que tenemos y no lamentarnos por lo que carecemos. Y aprendan, en el amor hay que hacer sacrificios, por parte de ambos.
Genérica en su mayoría, pero con un final mejor que todo el camino y con lecciones de vida destacables, El Viaje más Largo dejará satisfechos a aquellos que gustan de las novelas de Sparks y otros que nada más quieran pasar el rato.
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